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Historia de una moneda de un centavo.

Esta es la historia de una moneda de un centavo que cayó en las manos de una persona que tenía una inteligencia financiera poco desarrollada.

La moneda de un centavo llegó a sus manos una tarde cuando al salir del trabajo se compró un café y una dona o rosquilla.  Miles de personas en el mundo tienen ésa misma costumbre. Generalmente adquieren cosas superfluas o no significativas por las que pagan más dinero de la cuenta.  Yo no estoy diciendo que esté mal que te compres un café y una rosquilla de vez en cuando.  Son riquísimas y cuando se antojan saben doblemente bien.  Lo que digo que está mal es el hábito de gastar por gastar, o más aún, el no poder controlar el hábito. El no tener el carácter de dominarte a ti mismo y decirte que no.

Pero volvamos a la historia de la moneda de un centavo.  Quien recibió la moneda llegó a su casa ésa noche y en su buró o mesilla de noche tenía un frasco de mayonesa en el que había estado metiendo todos los días las monedas que se acumulaban en su bolsillo.  Miles de personas en el mundo tienen ésa misma costumbre. Todos los días echan las monedas que les sobran en un frasco de vidrio con la intensión de ahorrar.   Yo no estoy diciendo que esté mal echar las monedas que te sobran en un frasco. Lo que digo que está mal es el hábito de ahorrar solamente monedas.  Si ahorras sólo lo que te sobra, tu ahorro estará compuesto de las “sobras” de tus finanzas.

La moneda llegó al fondo del frasco de mayonesa y ahí permaneció ociosa durante muchos meses. Casi un año.

Las monedas platicaban entre ellas completamente aburridas pues se encontraban ahí sin poder cumplir el propósito para el que fueron creadas.

Nuestra moneda de un centavo estaba empezando a sentirse inútil pues no estaba participando en ningún tipo de transacción. Ella era feliz cuando cambiaba de mano y a veces participaba en una transacción en un banco y otras veces en un supermercado.

Las monedas se preguntaban –“Qué van a hacer con nosotras? — Porqué estamos aqui metidas sin poder cumplir ningún objetivo específico?   –Se ve que nuestro dueño no sabe qué hacer con nosotras. “

Alguna moneda de mayor denominación que por su color se veía que era mas vieja dijo con un tono de autoridad y certeza.  –“Yo ya he pasado por ésto.  Hace algún tiempo estuve en una situación similar.  No era un frasco de mayonesa, era mas bien una lata de galletas navideñas. Ahí permanecí por casi un año. El día menos pensado nos llevaron a todas juntas a un restaurante y nos cambiaron por un espagutti y una copa de vino.  De ahí ya no me acuerdo a dónde fuí.  Fué hace mucho tiempo.”

Otra moneda también dijo recordar haber estado en el fondo de una alcancía de barro hasta que  un buen día, un martillo rompió la alcancía y todas las monedas se regaron.  Fueron llevadas a una juguetería y su dueño las cambió por un balón de futbol.

Un buen dia, cuando el frasco de mayonesa se llenó, la persona dueña de las monedas  las llevó a un banco. Las monedas fueron colocadas en una gran máquina que las clasificó y contabilizó.   El personal del banco entregó una serie de billetes a la persona dueña de las monedas la cual metió los billetes dentro del frasco de mayonesa en donde habían estado las monedas.

La moneda de un centavo alcanzó a gritarle a uno de los billetes mientras entraban en el frasco, era un billete de un peso –”No me olvides…!  Si algún dia nos vemos quiero que me cuentes en qué terminó todo esto… Quiero saber si tanta paciencia y sacrificio fueron para algo bueno…”

Aqui termina la historia de la moneda de un centavo y se inicia la historia del billete de un peso.

En el camino de regreso del banco a su casa, la persona dueña de las monedas y ahora de los billetes pasó a comprarse un café y una rosquilla. Miles de personas en el mundo tienen ésa misma costumbre. Yo no estoy diciendo que esté mal que no te compres un café y una rosquilla de vez en cuando.  Son riquísimas y cuando se antoja saben doblemente bien.  Lo que digo que está mal es el hábito de gastar por gastar.

Los billetes se despidieron unos de otros con poco interés pues casi no habían pasado tiempo juntos como para estrechar sus lazos afectivos.

Al llegar a la casa, la persona dueña de los billetes se dirijió a su recámara y puso el frasco de mayonesa en su mesilla de noche.  Sacó todos los billetes y los metió debajo del colchón de su cama.

Los billetes tuvieron la corazonada de que algo similar a lo que les había pasado a las monedas estaba a punto de sucederles. Una larga espera ociosa sin poder hacer nada divertido ni participar en ningún tipo de transacción.   Un billete que por su color ya se veía que era mas viejito dijo: –”Prepárense para una larga espera. Se vé que nuestro dueño no sabe muy bien qué hacer con nosotros.  Yo ví como cambió el frasco de monedas por nosotros. Cuánto tiempo más tendremos que esperar aqui…”

Miles de personas en el mundo tienen ésa misma costumbre. Juntan las monedas sin un objetivo específico, luego cambian las monedas por billetes y los meten debajo de su colchón.  Yo no digo que esté mal meter los billetes debajo del colchón, Lo que digo que está mal es el hábito de ahorrar debajo del colchón y no en un banco por medio de algún instrumento de inversión.  Si ahorras debajo del colchón, tu riqueza no va a llegar muy lejos.

Los billetes tuvieron muchas horas para hacerse amigos. Platicaron de todas las transacciones en las que habían participado.  Todos los días eran practicamente iguales a excepción del dia de cambio de sábanas.  Ese dia el colchón era levantado de las esquinas para que la sábana limpia se atorara entre el colchón y la base.

Ese dia los billetes alcanzaban a respirar un poco de aire fresco y veían por un instante la luz del dia.

Una noche…. La noche menos esperada, la persona dueña de los billetes metió la mano entre el colchón y la base y alcanzó a tomarlos a todos juntos.  Se dirijió a la entrada de su casa y saludó a un joven uniformado que tenía en una mano un casco de motocicleta y en la otra una pizza en una caja.

Aquél billete de un peso que le había prometido a la moneda de un centavo contarle el desenlace de la historia, suspiró decepcionado y al mismo tiempo feliz.  Estaba feliz porque ahora iba a hacer cosas divertidas e iba a poder seguir conociendo el mundo.

Decepcionado porque el sacrificio y la paciencia de sus amigas las monedas, metidas en un frasco de mayonesa por tantos tiempo había terminado en un antojo de una pizza una noche de verano. Yo no digo que esté mal comprarse una pizza, lo que digo que está mal es no haber aprendido a multiplicar el dinero y ahorrar para cosas mas ricas.

FIN.

Y tu…  Ahorras lo que te sobra o ahorras con un propósito en mente?
Eres capaz de controlar tus impulsos y tus antojos?  Compras las cosas que quieres o las que necesitas?

Comparte por favor con nosotros si esta historia te hizo reflexionar sobre la forma como tu mismo(a) manejas tus finanzas personales.

Alberto Mayagoitia.

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